Las pautas de agotamiento en forma de campana, con ascenso, pico y declive irreversible, no afectan solo a los minerales energéticos, como los combustibles fósiles. También a los minerales no energéticos. De hecho, La Tierra es, energéticamente hablando, un sistema abierto, pues recibe energía constante del sol. Pero en términos de minerales, salvo el aporte insignificante de meteoritos, es un sistema cerrado. Por ello y para uso humano, la escasez de minerales puede ser un problema tan grave como la escasez de energía. La segunda ley de la termodinámica también afecta a la explotación de minerales. Las vetas con mayor concentración de minerales de mejor calidad y más fáciles de encontrar se encuentran primero. Cuando los primeros colonos europeos llegaron a América, era relativamente sencillo toparse con pepitas de cobre de enorme tamaño, como la que muestra la fotografía. Ahora, para extraer este mineral, hace falta escavar enormes minas y triturar enormes cantidades de roca.
El consumo de minerales es esencial para el funcionamiento de la civilización moderna. Entre un 8 y un 10% de nuestra energía, es decir, de nuestra capacidad de trabajo total, se emplea en la extracción de minerales. Según el Instituto para la Información de Minerales (IIM), un norteamericano medio necesita 17 toneladas anuales de minerales para mantener su nivel de vida. Y los nuevos desarrollos tecnológicos vinculados a la tercera revolución industrial son altamente demandantes de algunos minerales. El MIT de Massachusetts ha publicado un informe donde señala algunos minerales críticos para la implementación de la tercera revolución industrial: teluro, germanio, neodimio o litio, al igual que el platino que se necesita como catalizador para pilas de combustible, el renio para aleaciones de turbinas eólicas o el terbio esencial en las lámparas de bajo consumo. La Unión Europea en 2010 ha reconocido ya una situación crítica en 14 materias primas minerales: antimonio, berilio, cobalto, espato flúor, galio, germanio, grafito, indio, magnesio, niobio, minerales del grupo platino, tierras raras, tántalo y wolframio.
Grado de agotamiento en porcentaje de los principales minerales no energéticos. Fuente: Alicia Valero y Antonio Valero, El agotamiento de la gran mina Tierra, El ecologista nº 63, 2009.
Un ejemplo de las amenazas que implica el agotamiento de los minerales no energéticos es el pico del fósforo. El fósforo es un material fundamental para la agricultura moderna, porque es la base de los fertilizantes que explican la actual productividad agrícola. Pues el punto máximo de extracción de este material estratégico se espera para algún momento de la primera mitad del siglo XXI.
Antonio y Alicia Valero, de la Universidad de Zaragoza, han desarrollado una interesante metodología de análisis de riqueza mineral donde han calculado el grado de agotamiento de 51 minerales no energéticos. La conclusión general del estudio es que sólo en el siglo XX hemos degradado un 26% de las reservas de minerales del mundo y estamos en una tendencia exponencial creciente. Hecho ese cálculo para España, en un siglo hemos agotado el 45% de nuestro capital mineral general, con datos tan alarmantes como un 64% de cobre, un 68% de plomo y un 89% de nuestra riqueza de mercurio. Los datos de este estudio también arrojan que los picos productivos de metales tan abundantes y tan necesarios como el hierro se alcanzará en 2068, el del aluminio en 2057 y el de cobre, fundamental para una transición a una sociedad de base eléctrica, en 2024 (Alicia Valero y Antonio Valero, El agotamiento de la gran mina Tierra, revista El Ecologista nº63, 2009).
Estimaciones del cénit de producción de diversos minerales. Fuente: Ramón Fernández Durán y Luis González Reyes, La Espiral de la Energía, 2014.
La aproximación a un horizonte de agotamiento de los minerales nos sitúa ante enormes desafíos cuya solución pasa por dilemas que cuestionan nuestro actual modo de vida y también la distribución de riqueza.
Pensemos en el transporte privado del futuro. ¿Cuál sería el vehículo de uso privado que nos permitiría alcanzar una sociedad sostenible? Las tendencias actuales del sistema económico nos incitan a pensar en el coche eléctrico. Del mismo modo, cabe esperar que un fuerte impulso a las energías renovables pueda convertir nuestra matriz energética en una industria sostenible. Pero ambos horizontes presentan algunas dudas precisamente por el lado de sus requerimientos minerales. Veamos algunos ejemplos.
Una exposición en castellano de las principales ideas de este artículo puede encontrarse en el siguiente enlace: Un mix renovable a escala global con tecnologías probadas y materiales comunes
Los resultados del estudio son los siguientes: tras cuatro décadas de inversiones orientadas por una suerte de economía de guerra planetaria coordinada sería posible mantener en el futuro el consumo global de energía del año 2005, excepto para la industria petroquímica. que debería retroceder a los niveles de producción de los años ochenta. Pero esta transición energética supondría una presión inmensa sobre los suministros finitos de cobre, níquel, litio y platino, que marcarían un límite absoluto a su crecimiento futuro. Por ello, una sociedad industrial renovable tendría que adoptar cambios profundos en el modo de organizar algunas de sus funciones. He aquí algunos de ellos:
En ese contexto, el hipotético crecimiento económico tendría que supeditarse a las mejoras en eficiencia, que tampoco son infinitas. La conclusión del estudio es que una economía poscarbono 100% renovable en el siglo XXI tendría que dejar de crecer y adoptar una situación de estado estacionario, precisamente por la limitación en el acceso a minerales.
Estos datos pertenecen a un artículo científico de corte académico que tiene un alto componente teórico. Pero sirven para ilustrar un debate social importante con muchos efectos prácticos. Todo parece indicar que una sustitución de los mil millones de vehículos privados que hoy circulan por el planeta por coches eléctricos será una misión imposible en términos de minerales. Antes de que esto se produzca, nos toparíamos con un agotamiento de nuestras reservas de litio y platino, elementos esenciales para la fabricación de baterías. Sin embargo, sería mucho más compatible con la riqueza mineral de nuestro planeta generalizar el uso de la bicicleta. El dilema del vehículo privado del futuro sirve para marcar el espectro de nuestras opciones de modo nítido, y es extrapolable a otras situaciones: o coche eléctrico para unos pocos, o bicicletas para todos.
Muchos economistas defienden que el crecimiento económico perpetuo es compatible con un planeta finito gracias a la supuesta desmaterialización de la economía. Es decir, con las nuevas tecnologías producir un objeto implicaría un menor consumo de energía y materiales. Además, en el siglo XXI la generación de riqueza ya no dependería tanto de actividades industriales como de actividades de servicios, que en teoría tienen un impacto ecológico menor.
Pero esta tesis es falsa. Como demuestran numerosos estudios, las nuevas tecnologías no frenan, sino que intensifican la presión sobre los recursos naturales. Nuestras sociedades requieren cada vez más energía, los dispositivos como ordenadores y móviles son altamente demandantes de minerales escasos, internet no flota en una nube sino que necesita inmensos servidores que ya consumen el 2% de la electricidad global y la generalización de la informática ha intensificado muchos consumos. Por ejemplo, la multiplicación del gasto de papel que ha implicado la proliferación de impresoras domésticas ha anulado el efecto beneficioso que pudo tener el libro digital. En cuanto a las actividades de servicios, como el turismo o el comercio, la mayoría de ellas han incrementado de modo muy notable las necesidades mundiales de transporte, que es un sector altamente demandante de petróleo.
Consumo global de materiales 1900-2008. Fuente: Krausmann et al. “Growth in global materials use, GDP and population during the 20th century”, en Ecological Economics, 68, 2009.
La herramienta de la mochila ecológica es un instrumento muy útil para descubrir el iceberg material que se oculta debajo de la punta visible de las mercancías que consumimos. Lo que hace es mostrar los flujos ocultos de materiales y energía que implica producir un bien. Por ejemplo, un ordenador personal exige, para su fabricación, más de 11.000 litros de agua, 12 kg de productos químicos y más de 700 sustancias diferentes, con un gasto en bruto de materiales de entre 16 y 19 toneladas. Según IBM, solo entre el 0,1 y el 1,4% de estos materiales llega a formar parte del ordenador. O un teléfono móvil, que contiene una mochila de 75 kg de materiales, sin tener en cuenta el consumo de agua.
Algunas naciones desarrolladas han presentado signos de una cierta desmaterialización de sus economías: consumen menos recursos por unidad de PIB, volviéndose aparentemente más eficientes. Pero la economía ecológica ha desvelado el truco: los números rojos ecológicos de los países ricos se están cargando a los países periféricos mediante los procesos de deslocalización industrial.
El papel de la deslocalización productiva en la desmaterialización económica. Fuente: Luis González Reyes, Colapso ambiental, depresión económica y deuda (PPT), 2016.
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